14 de septiembre de 2009

LUISITO EL LOCO.


"Para luisito un verdadero fan de los Beatles".


Llevaba solo una semana en mi nuevo apartamento cuando desde mi balcón divisé a una persona con un andar nervioso que asomaba su sombra entre las aceras de las cuadras que rodeaban mi edificio pidiendo cigarros a conocidos y desconocidos, a veces pasaba horas en la esquina, su mirada siempre ausente como volando sobre otros mundos, su nombre era Luís pero todos le llamaban Luisito el loco. Sobrevivía de la caridad de los demás y ayudaba a los del puesto de viandas a cambio de algunas de estas cuando había.


Un día en que escuchaba a los Beatles a todo volumen noté que Luisito estaba parado debajo de mi balcón escuchando la música y hasta se sabia las letras, así estuvo canturreando todo el tiempo que duró el álbum, pasaban los días y siempre que ponía a los Beatles en mi stereo no pasaba de la primera canción que aparecía Luisito como de forma religiosa repitiendo su presencia debajo de mi balcón, a veces en que tenia que bajar el volumen o apagar la música por una llamada, el esperaba el tiempo que fuera necesario solo para oír la música de nuevo.



Pasó más de un mes y no había lluvia o sol ardiente que le impidiera permanecer el tiempo que duraran las canciones.


Uno de esos días en que caía un aguacero imponente y yo estrenaba un concierto en vivo de 1964 de la banda, invité a Luisito a subir a mi apartamento, después de brindarle café y de enseñarle toda mi colección de revistas, fotos y artículos sobre los chicos de Liverpool, pasamos alrededor de tres horas hablando sobre los mismos y me sorprendió su conocimiento sobre su música y su dominio del inglés.


Desde ese día entablamos una singular amistad, no había cosa nueva que consiguiera sobre los Beatles por pequeña que fuera que no compartiera con Luís, pasábamos horas oyendo música y criticando al gobierno, entre tazas de café y tragos de ron.


Una tarde de esas ardientes donde el sol te castiga hasta en la sombra, y casi terminábamos la segunda botella de ron, Luisito entre una gota de sudor y Strawberry Fields Forever empezó a contarme su vida, hasta que llegó al punto mas interesante y significativo, digo esto porque entonces comprendí por qué tenia ese apodo, por qué todos le decían Luisito el loco.


Se alejaba el invierno un diciembre de 1967, luisito venia de regreso de casa de un primo con una sonrisa reluciente, pensaba que era uno de sus días mas felices, en su mano derecha llevaba el Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band el último disco de los Beatles


que su primo marinero le había comprado a su paso por Inglaterra,


se sentía importante y dichoso, no solo era el último disco sino que también había salido al mercado hacía muy poco tiempo, y esto era todo un acontecimiento ya que los discos de los artistas casi siempre se demoraban años en llegar a la isla.


Luís en su alegría se olvidó que los Beatles estaban prohibidos oficialmente en esa época en Cuba y salió a plenas 12 del día con el disco en la mano.


Faltando una cuadra para el edificio, una sombra de entre unos carros le hace una seña para que Luisito se parara, este al hacerlo divisó los contornos de un policía que con un ademán lo invitaba a que se acercara, Luisito pensó en correr pero reflexionando pensó que eso iba a ser peor.


En ese instante quería evaporarse, difuminarse, viajar una cuadra en el tiempo, cualquier cosa que lo ayudara a desaparecer.


Cabizbajo arrastró sus pasos hacia el uniformado, este después de preguntarle si trabajaba o estudiaba le inquirió por el objeto que llevaba en la mano, Luisito ya hacía unos segundos que estaba sudando frío, pero ahora sudaba copiosamente, el sargento según las rayitas en el uniforme que pudo ver Luisito le arrebató el disco de las manos, al ver los vivos colores el nombre y todos esos personajes raros, a un grito de “así que tu oyes a estos payasos, tu sabes que esto está prohibido” le rompió el disco en la cabeza, después entre sus manos lo acabó de partir contra su muslo derecho, a Luisito el miedo se le convirtió en furia y trató de arrancarle los pedazos de las manos del inquisidor, a lo que este respondió propinándole una soberana paliza.


Así entre patadas y pescozones fue conducido a la estación de policía, al tercer día de estar preso su madre fue a visitarlo y casi no lo reconoció por la deformación del rostro de su hijo a causa de la hinchazón provocada por los golpes, esa fue la última vez que lo vio.


Después de una semana en el calabozo fue mandado directamente a la U.M.A.P (campos de trabajo forzado) en Camaguey al centro del país mientras esperaba el juicio.


Su estadía en esos verdaderos campos de concentración según cuenta fue horrible, vio muchos horrores.


Dada la depresión causada por los últimos acontecimientos funestos que habían trastocado su vida en tan corto tiempo, las dieciséis horas que tenia que trabajar cortando cañas todos los días, la deficiente alimentación, las golpizas y castigos corporales infligidos por los soldados que los custodiaban día y noche, optó por suicidarse, se cortó las venas con un alambre oxidado, me enseñó las cicatrices, aunque lo encontraron desangrándose, después de ocho días en coma logró salvarse milagrosamente, pero no se sabe como a su madre le dieron la noticia que su hijo había muerto.


La madre de Luisito era una viuda que había enfermado de los nervios tras la muerte de su marido en un terrible accidente y sobrevivía con pastillas y la obsesión de su vida, su hijo.


Caridad como se llamaba aunque todos le decían Cari, no pudo soportar la devastadora noticia, perder a su marido el amor de su existencia fue algo traumatizante pero a su hijo, eso era inconmensurablemente demasiado y se lanzó de la azotea del edificio.


Mientras esto sucedía Luisito se recuperaba en un hospital ajeno a todo.


Después de un mes y medio del hospital fue directo al juicio donde se le acusó de diversionismo ideológico, agresión a un agente del orden público, desacato a la autoridad y las leyes. El fiscal terminó su perorata advirtiendo que esta sociedad no permitiría sujetos que a través de la música del enemigo trataran de subvertir a la juventud cubana, y reiteró la pena de dos años para el acusado.


Una valiente abogada defensora que apareció en último momento y solo se entrevistó cinco minutos con Luís, pidió que dada la condición mental del acusado y su tentativa de suicidio debería ser puesto a consideración recluirlo en una clínica siquiátrica, a lo que el juez dictaminó que en el reclusorio penitenciario tendría seguimiento por los doctores de la prisión.


Antes de emprender camino a dicho lugar le fue informado que su madre había fallecido un tiempo atrás y que no le habían dicho nada porque el estaba en el hospital recuperándose de su tentativa de suicidio, pero en el trayecto pasarían por el cementerio para que el pudiera visitar su tumba, Luisito a pesar de estar esposado armó una escena impresionante tratando de lanzarse sobre sus represores aunque fue reducido por los guardias, el no quería creerlo por eso frente a las puertas del cementerio de Colón no quiso bajarse del camión y se mimetizó en un rincón entre un asiento y el piso.


Un año estuvo preso, su condición mental empeoró tanto que fue recluido en el hospital siquiátrico de la Habana para terminar su condena, recibiendo múltiples electrochoks y estuvo en una sala prisión con esquizofrénicos que habían matado, asesinos perturbados severamente, cuando salió estaba mas loco que antes pero sedado.


Mientras Luisito me narraba todo esto, dentro de mi no le creía, demasiado crudo, mucho drama, parecía una novela su vida, aunque su mirada profunda y penetrante me invitaba a creer lo contrario, días después pude corroborar su historia con algunos vecinos y todo era cierto hasta la última palabra, no pude dejar de pensar en toda la semana sobre lo escuchado.


Creció en mi, mas que lastima una admiración sincera por Luisito, nuestras tertulias se acrecentaron, no solo oíamos música también hablamos de literatura y comentábamos los últimos libros leídos, Luisito nunca se aparecía con las manos vacías siempre traía algunas viandas para hacer un ajiaco, una vez vino con una botella de Havana Club que hasta el día de hoy no se de donde la sacó.


Pasó el tiempo y nuestra amistad echaba raíces, Luisito seguía en la calle repitiendo frases incoherentes a todos aunque cuando me hablaba de los Beatles lo hacia con una sorprendente lucidez y un brillo en los ojos destacable.


Recuerdo nuestro último encuentro, estuvimos toda la tarde conversando entre trago y canciones su voz se oía solemne, se despidió de mi con un abrazo y un cuídate tan profundo y melancólico que lo atribuí al efecto del alcohol.


Dos días después extrañado de no verlo, se extendió la noticia en el barrio, Tomás, alias Leoncio que fumaba mas hierba que la que vendía, Roberto, alias Trompo Loco, que vivía del negocio y se había dedicado a criar palomas toda su vida y Luisito se habían ido en una balsa para los Estados Unidos, el cuerpo de Trompo Loco lo encontraron flotando sobre las tenues olas, golpeando suavemente los arrecifes que rodean el Castillo del Morro, de Luisito y Tomás no se supo nada mas nunca.


Un escalofrío me recorre el cuerpo, me persigue siempre que pienso en su final, y desde entonces siempre que escucho a los Beatles en vez de dibujarse en mi mente los rostros de John, Paul, George y Ringo, aparece el rostro de Luís bajo mi balcón cantando a todo pulmón con verdadera entonación como uno mas del cuarteto.

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