13 de septiembre de 2009

EL ÚLTIMO HáLITO



Un amanecer no es mi opio.

Mi esfuerzo es tirar piedras al mar.
Nada vendrá.
El himno de los ilusos sigue estremecido en su rincón.
Interceptar un raquítico cambio en mi cuarto
(me trae la amnesia levemente).
El perdón con voz canónica no llega.
Quisiera ser encantador,
esconder mi agonía bajo llave,
poder estrellarme en la muchedumbre morbosa,
en las horribles infusiones para locos,
en el intangible balbuceo.
Arpegio de sueños neuróticos
me sana.
Cansado de mí hasta los bordes
estoy gastado de no comprender,
la sordidez del espacio que me envuelve,
la conversación elástica que sostienen
los extenuantes susurros,
el disparo de silencio contra el crepúsculo póstumo.
Estoy encerrado como un átomo en claustrofobia,
se va mi voluntad con equipaje ligero,
el prófugo pensamiento esta en fases distintas,
estoy ido.

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